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Cristina Román (67) nació en Pilar y se crió en el barrio Sajonia de Asunción. Es hija de un miembro del Movimiento 14 de Mayo -grupo de guerrilla conformado principalmente por jóvenes liberales y febreristas exiliados por la dictadura- que buscaba deponer al dictador Alfredo Stroessner. Así, desde pequeña tuvo que visitar a su padre en el exilio o en la cárcel.

“Fueron tiempos muy difíciles. Mi papá iba y venía de la casa y del país. Esta inestabilidad nos marcó a mis hermanos y a mí. Veíamos a mi mamá sacrificarse para mantenernos y para conseguir recursos para visitar a mi papá en los años que vivió en Clorinda porque si cruzaba a Paraguay lo llevarían preso. Pasamos muchas cosas para nuestra corta edad”, comenta Cristina. 

A pesar del difícil contexto, su madre se esforzó para que durante su niñez, Cristina y sus hermanos estudiaran música. Ella ejecutaba la guitarra e integraba el conjunto musical de su colegio. Su juventud la dedicó activamente a iniciativas sociales, especialmente brindando asistencia médica en el Bañado Sur de Asunción, apoyando acciones de la Iglesia Católica bajo la tutela del Pa’i Pedro Velasco.

“Todavía no estaba recibida y hacía clínica familiar. Atendimos muchos casos porque eran tiempos difíciles en los bañados, pero yo participaba de las jornadas con mucho entusiasmo. Era lo que me gustaba”, dice.

Al terminar la carrera se especializó en el área de psiquiatría y junto a un grupo de compañeras de distintas áreas, creó el Movimiento 25 de Noviembre para brindar asistencia psicológica a mujeres víctimas de violencia. Para esto, alquilaron una casa en el centro de Asunción, donde llegaron mujeres de todo el país, incluso del exterior, a pedir refugio y contención. 

Desde ese espacio impulsaron talleres de formación integral para hombres y mujeres, y actividades culturales. El movimiento dejó de existir hace poco más de una década, pero algunas de sus integrantes volvieron a activar con el mismo nombre, en honor al camino recorrido por Cristina y sus compañeras.

Cristina tiene una hija, se jubiló hace unos años y actualmente vive en la ciudad de Lambaré. Afirma que la postulación la tomó desprevenida. “Yo hace mucho ya no hago nada, por eso me sorprendí, no esperaba una nominación, pero este anuncio vino a remover en mí muchos sueños e ideales por los que tantos años luché. Me daba vergüenza que la gente cuestionara que hace años no hago nada, pero ahora siento que, por el contrario, esto es un impulso porque tengo ganas de volver a activar”.

Cristina, durante su activismo tan comprometido, pasó por varias situaciones tristes. Pero hoy, mira el camino recorrido y dice que al comparar la situación de las mujeres de aquel entonces y ahora, se siente contenta porque hubo avances muy significativos. 

“Las mujeres normalizan cada vez más las denuncias por casos de agresión, soportan cada vez menos. Falta poco para que la violencia deje de existir. No sé si viviré para verlo, pero sin duda cuando me vaya, voy a estar orgullosa de haber sido parte de ese camino”, finaliza esta defensora de los derechos humanos, que fue postulada y reconocida por su labor durante la tercera edición de los Premios Dignidad a la Defensa de los Derechos Humanos en Paraguay, una actividad impulsada por la Codehupy, con apoyo de Diakonia y la Unión Europea.