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Jessica Arias (29) y Laura González (35) son dos jóvenes defensoras de los derechos humanos del Bañador Sur de Asunción, barrio donde unas 28.000 familias viven desde hace más de medio siglo.

Se conocieron en 2011, cuando integraban el movimiento político “Desde abajo”. Si bien Laura no nació en el barrio, ambas forjaron una amistad cimentada en el trabajo por los derechos de las mujeres, el derecho al territorio, a un ambiente sano, entre otros. Juntas crearon “Las Rebeldes del Sur”, organización que nuclea activamente a un grupo de mujeres bañadenses.

Jessica se involucró en el movimiento porque veía la necesidad de resolver varios de los problemas que enfrentaban. Ella tiene dos hijos de 12 y 10 años. “Durante mucho tiempo me castigué a mí misma porque escuchaba eso de que ‘el que quiere puede’ y yo, que soñaba con una casa con ventana, no podía a pesar de lo mucho que me esforzaba. No entendía qué pasaba”, señala.

Para Laura en cambio, que es de Fernando de la Mora, el Bañado representa comunidad. “Llegué al barrio porque estaba involucrada en proyectos que impulsaban el arte como herramienta política, pero acá encontré comunidad y me siento representada. Acá tengo lo que nunca tuve en mi barrio. La gente se saluda, se ayuda y tiene un sentido de pertenencia que de alguna manera me cautivó y hoy, aunque no viva acá, me siento parte”, dice.

Las dos trabajaron en un proceso de formación personal primero, para luego capacitar y concienciar a más mujeres de su comunidad sobre temas como violencia de género y participación política. Actualmente trabajan juntas en el Centro de Atención Familiar (Cafa).

Laura y Jessi enfrentan a diario desafíos de todo tipo, unas veces para defender a la comunidad de policías, otras para mediar en problemas entre los propios vecinos. Así, varias veces tuvieron que enfrentarse a la Policía, tanto que incluso llegaron una vez hasta la casa de Jessica, preguntando por ella. “La gente alrededor me dice que me cuide porque los policías que llegaron a mi casa no tienen buena fama. Me dicen que puede ser peligroso pero yo no puedo dejar de ayudar si una mujer me dice que está siendo violentada. Mi deber es ir a ayudar”, dice con firmeza.

Para ellas la pandemia del Covid representó la consolidación del grupo. La solidaridad y el espíritu de comunidad se vieron más que nunca. No tardaron en organizar las ollas populares. “Muchas veces no sabíamos de donde íbamos a sacar los insumos, ya  no teníamos nada, pero siempre surgía y nadie se quedaba con hambre”, cuenta Jessica.

El mayor desafío de ambas hoy es lograr que las autoridades escuchen y tengan en cuenta a todos los y las pobladoras, en el marco del Plan Maestro del Desarrollo del Área Costera que, según ellas, no incluye a los pobladores. Junto a otros vecinos, asistieron a la presentación del proyecto que se hizo a inversionistas. “Presentaron un plan alucinante, brillaba el plano, pero ahí no estábamos nosotros, no estaba la gente”, dice Jessica con lágrimas en los ojos.

“En el Bañado hay demasiadas necesidades, a diario vemos cómo la gente se esfuerza, se ingenia para sobrevivir. Pero nada de eso parece importar a las autoridades. No sabemos qué va a pasar de todas las familias si ese plan se ejecuta y no se establece un plan participativo con los habitantes de la zona”, explica Laura.

Jessi y Laura son amigas, son compañeras que trabajan día y noche por un sueño en común: el bienestar y la dignidad de todas las personas que viven en el Bañado Sur. 

Ambas jóvenes fueron postuladas y reconocidas por su lucha durante la tercera edición de los Premios Dignidad a la Defensa de los Derechos Humanos en Paraguay, una actividad impulsada por la Codehupy, con apoyo de Diakonia y la Unión Europea.